EL ARTE DEL CRAFT - VIII
Posted by Mariana Scaravilli on Oct 8, 2017

 

VIII

La práctica es también un proceso de desplegar etapas en las que el practicar conecta al practicante con su práctica. Este aprendiz se conecta con el craft que practica, y comienza a adquirir destreza del craft. La destreza, a su vez, conduce a la maestría de la práctica. Esta etapa, la compleción de la destreza y el comienzo de la maestría, ocurre cuando el craftsman procura pasar a otros su propia práctica. El craftsman sólo tiene para dar lo que es suyo: la cualidad de la experiencia y experimentación en su presencia, aprovechada, clarificada, y presentada en una forma coherente accesible a los demás. El refinamiento y la absorción de la experiencia, y el obsequiarla después, es un paso final necesario en el proceso de la práctica. Si el craftsman es capaz de transmitir la cualidad esencial de su vía de craft, la práctica del craft se vuelve una parte del craftsman y el craftsman se vuelve una parte del craft. Luego, el craftsman actúa como un representante de su craft.

El proceso de adquirir madurez, ya sea en craft o en la vida, está atado necesaria e inevitablemente al tiempo de ese proceso. Somos distraídos por el incremento en el tempo de los cambios en nuestra cultura y entorno, y olvidamos que la duración del proceso orgánico está determinada por el tiempo necesario inherente en dicho proceso en particular. No obstante, la duración del tiempo empleado en aprender cualquier materia decrece al aumentar el número de personas que aprenden esta materia. Los artistas no crecen a la velocidad de los artesanos: los artesanos no crecen a la velocidad de los obreros. Pero, la calidad del trabajo de los obreros ayudará al artesano, y la calidad del trabajo del artesano apoyará al artista. La calidad del trabajo de los artistas conducirá al artesano, y la calidad del trabajo del/los artesano/s atraerá al obrero. En el proceso, el trabajo de uno ayuda al trabajo de todos.

Las etapas de un proceso se pueden dividir en tres: el comienzo, el medio y el final. Cada una de estas tres etapas tiene tres etapas: el comienzo, el medio y el final.

El verdadero comienzo, el origen, de un proceso es invisible. Cuando estamos en camino y miramos atrás para descubrir el comienzo, éste nos elude. Cuanto más nos aferramos a él, más se aleja de nosotros. En medio del comienzo exigimos a lo que nos rodea: nos sentimos merecedores por la virtud de nuestros talentos, o que tenemos derechos que nos deben la sociedad y esta situación en la que nos encontramos. Exigimos cierto tipo de atención de nuestro entorno, y fallamos en hacernos cierto tipo de exigencia a nosotros mismos. Si la sociedad nunca nos paga sus deudas esperadas nos quedamos en esta etapa. Nos quedamos en el comienzo, aunque sin la inocencia característica de un verdadero comienzo. Esto es inmadurez. Nuestras preocupaciones legítimas en esta etapa están en lo que hacemos, y en la calidad de nuestro funcionamiento. La calidad de nuestro comienzo establece el momentum del proceso, y en gran parte determina su carácter. Si comenzamos bien, esto nos lleva al punto medio del proceso. La clave para esta etapa es obediencia a nuestro instructor.

Hay una tradición en la que al comienzo de una actuación el líder del grupo llama a la Musa. Esto es una apelación directa de ayuda al nivel creativo, reconociendo que nada de valor puede venir del músico, pero algo de valor puede venir al músico. Es responsabilidad del músico estar preparado para este momento, y responsabilidad del líder establecer un buen comienzo.

El comienzo del medio es donde apuntamos a nuestra capacidad de hacer esfuerzos personales. Nos ponemos exigencias a nosotros mismos, en vez de a nuestro entorno.

El medio del medio es donde el entusiasmo se esfuma y nuestro compromiso se pone a prueba. Ésta es la Gran Divisoria: estamos demasiado lejos del comienzo para volvernos atrás, demasiado lejos del final para seguir adelante; demasiado cansados para hacer cualquier cosa, demasiado expuestos para no hacer nada: no tenemos interés en nuestro objetivo, si es que podemos recordarlo. Ésta es una parte inevitable de cualquier proceso, y en la que lo más probable es que nos salgamos del camino o abandonemos. Éste es el punto de máximo riesgo. Si el proceso ha de permanecer genuino en sí mismo, debemos hacer un esfuerzo intencionado para permanecer en el proceso. Ésta es una medida de nuestro compromiso con el objetivo. Inevitablemente perderemos interés por nuestra práctica. Esto va implícito en el proceso de practicar. El aforismo de Guitar Craft es éste:

Cuando estás cansado, has tenido bastante, y no puedes hacer nada, haz nada.
Y mientras haces nada, practica.

Continuar es un acto irrevocable, independientemente de a donde pueda llevarnos. En el proceso del craft, es en el compromiso de continuar donde emprendemos el aprendizaje. Aquí refinamos la competencia en nuestro craft, y nos disponemos a trabajar desde nuestra propia iniciativa, independientemente de los gustos personales, en respuesta a la necesidad. Si completamos este refinamiento, el final del medio se vuelve el comienzo del final. La clave en esta etapa es la obediencia a nosotros mismos.

La etapa final en un proceso es cuando nuestra preocupación está en la calidad de nuestro esfuerzo. El trabajo de calidad va más allá del individuo, y por ello nos ocupamos de las exigencias del mundo externo hacia nosotros. ¿Qué es lo que el mundo exige de mí? ¿Qué me hace falta para cumplir con mis obligaciones? En el proceso del craft, uno presenta su competencia al mundo. Donde el craft es necesario, y la competencia suficiente, el mundo nos reconocerá. Una característica de esta etapa es el reconocimiento del mundo, y cierto éxito. Esta etapa es el medio del final. El final del final puede ser una conclusión, un final o una compleción. Si nos engañamos a nosotros mismos y nos creemos que el reconocimiento que nos da el mundo es un reflejo de nuestro mérito personal, esto es un terminar para nosotros y para este proceso en particular de nuestro craft. Si abandonamos la llamada del éxito personal y el reconocimiento, admitiendo que la música hace al músico, alcanzamos el estatus de ‘craftsman’ en el proceso de la música. Éste es un estatus honorable. Algunos eligen sostener el mundo permaneciendo aquí. Para otros, el abandono es una compleción: el abandono es completo, y sin reserva, para dirigir el craft. Uno entra al servicio del craft, a donde quiera que conduzca y sea lo que sea lo que exija de nosotros. Esto es el comienzo del comienzo de la maestría de la música. La clave para esta tercera etapa es obediencia a la necesidad.

Sufrir es una parte inevitable de un proceso. Algunos sufrimientos son innecesarios, algunos necesarios. La regla del sufrimiento necesario es: sufre con alegría. Si nuestro sufrimiento es cualitativo nunca será patente ante los demás. La naturaleza del sufrimiento necesario cambia con las etapas, y para movernos a través del proceso de practicar aceptamos este sufrimiento necesario voluntariamente. La primera etapa del sufrimiento está en el reconocimiento de lo inepto de nuestro funcionamiento: qué mal tocamos nuestras guitarras. La segunda etapa del sufrimiento está en el reconocimiento de lo poco que podemos trabajar por iniciativa propia. La tercera etapa del sufrimiento está en el reconocimiento de quién somos: desagradables, egoístas, desconsiderados, sonriendo triunfantes bajo una capa de modales, clase y cortesía. Hasta que podemos aceptar esta pobreza de ser sin excusas y sin críticas, somos incapaces de perdonarnos. Cuando nos perdonamos a nosotros mismos, sin recriminación, perdonamos a los demás. Cuando abandonamos el criticarnos a nosotros mismos, abandonamos criticar a los demás. En esta clara percepción del desamparo y la desdicha de mí mismo y los otros, en mi aceptación de mí mismo y los otros, soy capaz de aceptar la música. Pero, aunque perdonador y perdonado, heredo las repercusiones de mis errores.

En la primera etapa descubrimos que, aunque la musculatura de la mano no está desarrollada, no es aquí donde reside el problema: no tenemos contacto con los dedos de la mano izquierda, ni sensación de la muñeca derecha, y poca consciencia de lo que significa vivir dentro de nuestros cuerpos. Entonces, trabajamos demasiado duro: una enorme cantidad de esfuerzo va a muecas faciales, labios espasmódicos, forzar los dedos contra las cuerdas con gestos extravagantes del brazo, e incluso de las piernas. En la creencia de que la habilidad sigue al esfuerzo, nos empleamos heroicamente. En la creencia de que los resultados llegan más velozmente por acelerar, nos apuramos. Un poco de experiencia, y ralentizamos, aceptando el tiempo del proceso del cual somos ahora una parte. Abandonamos la fuerza de nuestro empeño, admitiendo que aporta violencia a nuestra actividad. Estamos ahora en la segunda etapa.

En la segunda etapa aprendemos que el entusiasmo no es suficiente. Los esfuerzos necesarios son suficientes, quizá incluso llenos de gracia, pero no tan excitantes y ciertamente no tan interesantes como lo innecesario. Sin interés somos incapaces de continuar; sin que se me diga qué hacer, ¿qué puedo hacer? Descubrimos nuestros límites, cuánto podemos pedirnos a nosotros mismos, el grado de nuestra determinación, si esta práctica es real para nosotros o sólo una noción imaginaria, y practicamos el compromiso.

En la tercera etapa aprendemos que todo lo que tenemos es lo que podemos dar. Esto puede ser éxito mundano, experiencia, nuestras expectativas y ambiciones. Dejar ir lo que hemos querido para nosotros mismos es una libertad notable. Extrañamente, el dejar ir crea una condición que permite el retorno de lo que hemos esperado, pero de una forma diferente, y de una manera que no podríamos haber anticipado. Este dejar ir lo que hemos adquirido es la compleción de nuestro proceso, y una compleción es un nuevo comienzo.

 

 

El Arte Del Craft - IX

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