EL ARTE DEL CRAFT - II
Posted by Mariana Scaravilli on Oct 8, 2017

 

II

Aunque en el curso normal de nuestras vidas nos encontramos en situaciones en las que se requieren diferentes tipos de funcionamiento, la clara implicación de la práctica es que estamos multiplicando dichas situaciones al generarlas nosotros mismos. Nuestro funcionamiento está gobernado por la calidad de nuestra atención, y hay tres tipos de atención:

  1. No atención.
  2. Atención ocupada o atraída.
  3. Atención dirigida, volitiva, voluntaria.

Cuando no tengo atención, soy nada, ni estoy en lugar alguno. Cuando mi atención está ocupada, comienzo a notar. Entonces, al reconocer que estoy notando, reconozco que mi atención está ocupada. El guitarrista practicante puede notar que el dedo pequeño de su mano izquierda se agita en un grado casi alarmante, incluso apunta a los cielos, durante la ejecución de una simple maniobra. Este poderoso y consumado ser, el guitarrista, no tiene control sobre un pequeño dedo. Estas son malas noticias. Pero las buenas noticias son, que lo he notado. Cuando me hago consciente de mis manos, comienzo a ser un ser humano. Después de todo, éste es el animal que habito. Pero pronto, incluso muy pronto, olvidaré que tengo manos y mi dedo pequeño volverá a describir movimientos celestiales. Pero, tarde o temprano, volveré a notar.

Cuando este siguiente notar ocurre, tengo una oportunidad. Si traigo mi atención, con intención, a mis manos, tomo contacto con mi cuerpo. Y tomo consciencia de la condición de mi cuerpo. La disciplina de las manos se vuelve, por extensión, la disciplina de todo el cuerpo. Quizá noto que hoy mis manos están perezosas, y recuerdo que la noche anterior este cuerpo tenía una gran cantidad de alcohol vertida en él, o que estuvo despierto hasta muy tarde mirando los últimos éxitos de vídeos en MTV. Quizá mis manos están temblando ligeramente, como resultado de los nueve capuchinos y la pastelería francesa que le acabo de echar a este cuerpo hinchado. Si me tomo en serio la condición de mis manos, tal vez me tome también en serio –pero no solemnemente- la condición de mi cuerpo. Voy a aprender qué requiere mi cuerpo para ser un instrumento funcional y confiable. Tal vez noto que se levanta lentamente por ingerir enormes cantidades de comida, y que aflora con presteza desde la suficiencia. Viendo mi cuerpo como un instrumento de función, veo también mi mente como un instrumento de función, pero con un campo de operación diferente.

La mente es el asiento del pensamiento. ¿Qué noto en el área de mi pensamiento? Dentro de este órgano gris, de alrededor de un kilo y medio de peso, impulsado por glucosa y con una tensión de 25 vatios, ¿qué es lo que pasa? Quizá, un enloquecedor ruido de voces contrarias. Si mi dedo pequeño se mostraba recalcitrante a aceptar directrices, ¿qué esperanza de claridad hay en medio de este bullicio? De vez en cuando noto una de esas voces. Buenas noticias. Las malas son, que no se callarán.
Tal vez, pueda escucharla. Si puedo escucharla dirigiendo mi atención hacia ella, quizá dirigiendo mi atención lejos de ella cese de oírla. La voz continúa, pero sin audiencia. Aprendo, a través de notar y escuchar por un periodo de años, que las voces nunca cesan: si no gritan, murmuran. Nunca serán silenciosas. Mi libertad radica en esto: no tengo que escucharlas. Buenas noticias. No obstante, mi libertad es gobernada por la calidad de mi atención. Esas son malas noticias.

Asumiendo la virtud de que poseo algún poder de dirección sobre mi mente, ¿cuál es la función de la mente para el músico? ¿Cómo practica el músico la disciplina de la mente? La mente es el asiento de la imaginación. Esto es, como la palabra sugiere, la imaginación visual: la producción de imágenes. Probablemente, la mente también puede reproducir otra información sensorial además de la visual y la auditiva. También puede movernos en el espacio, de un sitio a otro, y en el tiempo, de un momento a otro. Una asunto prioritario para nosotros es la habilidad de la mente para mantener patrones. Entrenamos la mente para que mantenga ante nosotros un patrón que sea relevante a nuestras necesidades. Por ejemplo, puede ser un número de compases, digamos cuatro compases de cinco. Entonces, cualquiera que sea la nota que estemos tocando en este espacio de veinte beats, cualquiera que sea la parte de esta sección que estemos tocando, tenemos una forma de contacto con el resto de las partes de esta sección de veinte beats. Antes, nuestra atención estaba limitada a la nota que estábamos tocando. Ahora, nuestra atención se ha extendido en el tiempo hasta, posiblemente, veinte beats. La calidad de este contacto mejorará con la práctica. El patrón puede cambiar de ser meramente un patrón mantenido en el ojo de la mente, a ser un momento en el que estoy presente y dedicado, un momento expandido más allá de la duración a la que estoy acostumbrado.

¿Cómo entrena el músico la mente para que sea un instrumento responsivo y eficiente? La respuesta es simple: practicando. La realidad es también simple, sólo que muy dura. Puede que demasiado dura. Esto nos da una medida de nuestro compromiso con nuestro objetivo. Quizá el objetivo está puesto muy alto; quizá no lo queremos suficientemente; quizá no tenemos a nuestra disposición los recursos para alcanzar nuestro objetivo; quizá nuestra condición está tan lejos del objetivo que éste es descabelladamente irreal. Entonces, persistimos. Quizá nuestra condición no está tan lejos de nuestro objetivo. Entonces, persistimos. De cualquier manera, persistimos. Comenzamos de nuevo. Y cada vez que notamos que no hemos estado notando, comenzamos de nuevo otra vez, otra vez.

Si el dedo pequeño es incontrolable, la mente evasiva, desconfiable, ingobernable y ruidosa, ¿podemos mirar al corazón como a un instrumento de función? ¿Qué podríamos decir de la operatividad del corazón? Puede parecer razonable, incluso generalmente aceptable, sugerir que la calidad más elevada de la función del corazón es amar. Pero, ¿podemos amar a alguien que no nos gusta? ¿una persona detestable, quizá un miembro de mi grupo, venido al mundo especialmente para irritarme? Tengo el derecho a evitarlo. Pero, ¿cómo puedo evitar a alguien del mismo grupo? ¿Puedo encontrar una manera de trabajar con él a pesar de que no me guste? Puede que este músico compañero sea una persona que nunca llegue a gustarme. Quizá no se guste a sí mismo.

Puedo no tener libertad en mis gustos y aversiones, pero no tengo por qué actuar con hostilidad, y tampoco tengo por qué tener pensamientos hostiles. Aun aborreciéndole como lo hago, yo puedo actuar caritativamente hacia una persona, incluso mandarle buenos pensamientos. Trayendo mi atención hacia la región de mi pecho, puedo desearle el bien. Aquí es donde radica mi libertad. Con el tiempo, puedo encontrar que la manera en la que la miro cambia sorprendentemente. Luego habré perdido una oportunidad: cada vez que el pelmazo me irritaba se me recordaba mi objetivo. ¿Cómo puedo no recordar mi objetivo, mientras toco en la misma habitación que Cara De Pelmazo? Era mejor amigo mío de lo que yo pensaba. Puedo descubrir que los amigos que me agradan son tan restrictivos como los que no me agradan: estoy atrapado en expectativas y en las exigencias de la amistad. Afortunadamente no tengo que buscar mucho a otra persona para que me irrite: ellos son sólo un reflejo de la irritación que yo mantengo, innecesariamente, conmigo mismo.

 

 

El Arte Del Craft - III

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